Dispersas por el país, las fuentes de agua son tanques invisibles que abastecen nuestros ríos y mares. Las lluvias y las sequías se reflejan como latidos en el ascenso y descenso periódico de las aguas. Los valles, las montañas y las sabanas reflejan esos pulsos vitales.
Mientras lees este párrafo, el enorme río Amazonas deposita en el mar más de 3600 millones de litros de agua. Cada minuto recibe 9600 millones de litros de agua. ¡Es el más caudaloso del mundo! En longitud, es más de cuatro veces el Magdalena, el río más importante de Colombia.
La región amazónica tiene el
20%
de los humedales de Colombia.
Hablemos de llanuras. En la Orinoquía, una de las regiones más húmedas del planeta, vemos durante la época de lluvias a los morichales que, como islas de palmeras gigantes, configuran todo un archipiélago continental. El resultado es un paisaje único en el que apreciamos anacondas, hormigueros, pirañas y garzas en un mismo lugar.
El Orinoco es hogar de especies como el caimán llanero y el chigüiro.
El Orinoco, que da nombre a la región, es el quinto río que más lleva rocas, arenas y restos vegetales
al mar.
Pensemos, por un instante, más allá de ríos y mares. En las ciénagas, por ejemplo, crecen los imponentes búcaros y llega el martín pescador. Pensemos en pantanos, a donde llegan millones de aves migratorias. Recordemos los lotos y las palmas de agua.
Cada una de nuestras costas tiene diferentes especies de mangle, exclusivos de las zonas tropicales y llamados por algunos “bosques anfibios”.
En los manglares, gigantes marinos como caimanes y tiburones dan sus primeros nados.
Son la casa, la sala cuna y el lugar de seducción para peces, cangrejos, caracoles, garzas, delfines y
plantas como el mangle.
Sólo existen en las zonas cálidas donde siempre abunda la luz del sol: los trópicos.
Los manglares del Caribe tienen especies diferentes a las del Pacífico.
Para los Kogui, primero estaba el mar. Es su mito de creación. En cultura y en ecosistemas, Colombia está atravesada por agua. Está presente en la alta montaña, en las costas, en los meandros, en las vegas. Incluso, como invocación, en las zonas desérticas.
La Ciénaga Grande de Santa Marta es la mayor laguna costera de Colombia.
Muy amenazada por actividades humanas como la contaminación y la sobrepesca.
Se formó por la unión del agua dulce del río Magdalena y del agua salada del mar Caribe.
Incluida la humana, ciénagas y lagunas alimentan y protegen a múltiples especies.
Como espejos en movimiento, también podemos mencionar los ríos Patía, Caquetá, el Vaupés, el Apaporis o el Putumayo. Algunos de los más conocidos, por ejemplo el Cauca (o el ya referido Magdalena), nacen en páramos: ecosistemas estratégicos en la regulación de la temperatura mundial.
¿Por qué? Porque allí, y sólo allí, crecen los frailejones, plantas adaptadas a un ambiente de lluvia, niebla y hielo. Sus hojas velludas absorben la humedad. Son esponjas naturales.
Arriba de los 3000 metros de altura, los páramos producen buena parte del agua que consumimos.
Los ríos Cauca y Magdalena nacen en páramos, hábitat de los frailejones. Tenemos la mitad de los páramos
del mundo. Los frailejones sólo crecen en los páramos.
Adaptadas a un ambiente de lluvia, niebla y hielo, las hojas velludas de los frailejones absorben la
humedad como esponjas.
Los páramos son ecosistemas frágiles, amenazados por la minería y la expansión de zonas ganaderas.
El bosque seco es hogar, entre otros, de plantas, hongos y animales resistentes a las condiciones del entorno. De suelos fértiles, es uno de los ecosistemas más amenazados de Colombia.
Los grandes avances de la tecnología nos hacen pensar que en las ciudades actuales, donde vivimos más de 70% de los colombianos, ya no dependemos de los ecosistemas de agua como sí ocurría (¡ocurre!) con nuestros ancestros o con las comunidades campesinas e indígenas.
Pero hoy, tanto o más que en el pasado, nuestra sociedad consumista necesita de los ecosistemas dominados por el agua para su desarrollo y bienestar. Para caer en la cuenta de ello cerraremos con algunos ejemplos:
Dos de cada tres respiraciones se las debemos al océano porque allí se produce gran cantidad de oxígeno. Los páramos nos abastecen del agua necesaria para beber, mantener la producción agrícola y generar energía eléctrica. Cada año consumimos toneladas de pescado y mariscos provenientes del mar y los ríos. La mayor parte de la madera que utilizamos en Medellín proviene de selvas húmedas chocoanas y amazónicas.
Referencia: material adaptado de la obra COLOMBIA ANFIBIA. INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN DE RECURSOS BIOLÓGICOS ALEXANDER VON HUMBOLDT.
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